Nos atrevemos a decir que El puente de los espías es una de las películas que pasarán a los anales de los filmes que han escrito los hermanos Coen, que ha dirigido Steve Spilberg y que ha protagonizado Tom Hanks. Durante 135 minutos tendremos la bonita experiencia de sumergirnos en una trama de las muchas que se desarrollaron durante la Guerra Fría
El puente de los espías, guerra fría en todos los sentidos
En un ambiente literalmente gélido, el crudo invierno centroeuropeo, se desarrolla la última superproducción, impecable en todos los sentidos, que ha dirigido Steven Spilberg acompañado de un elenco técnico de lujo y de una panoplia de actores que bordan los papeles que representan en una trama de espías.
Sin intentar hacer desistir a los lectores de esta crítica por la profusión de nombres, merece la pena destacar que el guion de esta película ha sido escrito al alimón por Matt Charman y los hermanos Coen que nos ofrece una sólida historia para que el director de fotografía Janusz kamiski y el compositor Thoman Newman de todavía más empaque a la película.
En la panoplia de actores además el omnipresente Tom Hanks, cabe destacar sobre todo a Mark Rylance, que logra una enorme interpretación de uno de los espías del KGB dotado de una atonía que no sabemos si calificarla de estoicismo o directamente de que sufre de HSAN y no siente ningún tipo de dolor. Amy Ryan también está muy correcta en su papel de esposa de James Donovan (Tom Hanks).
En esencia la película cuenta la labor de intermediación, a iniciativa propia ante la opinión pública pero en realidad por encargo del gobierno norteamericano, para la liberación de un piloto norteamericano de U2 derribado sobre territorio soviético cuándo realizaba labores de espionaje desde su avión espía.
La trama se complica después de que Donovan haya sido el abogado defensor de un espía soviético, Rudolf Abel (Mark Rylance), detenido por el FBI. A raíz de la impecable defensa legal que hace del agente del KGB, el gobierno norteamericano encarga a Donovan que inicie negociaciones para canjear a Abel por el piloto de la fuerza aérea norteamericana.
Spilberg ha logrado, como en otras ocasiones como Salvar al Soldado Ryan, que las imágenes hablen por si solas en El Puente de los Espías. Tal es la capacidad del director norteamericano para comunicar solo con elementos visuales que bien podríamos haber entendido la mayor parte de la película con el sonido en off.
La película también tiene un trasfondo filosófico dónde se pone de manifiesto la enorme distancia que en lo que podríamos calificar de asuntos de estado existe entre la justicia y la ley, y no solo en las altas esferas, sino en un juzgado de primera instancia dónde un juez consigue torcer tanto la ley – y orgulloso de ello – para intentar aplicar la máxima pena a uno de los espías soviéticos por el mero hecho de ser espía y sobre todo soviético.
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