Se escapa el Sol por la raya de Portugal. Empieza a caer la noche sobre El Terrao. El ciclo día-noche, luz-tinieblas, continúa imparable.
Las suaves temperaturas diurnas de estos días bajan sensiblemente cuando anochece. Sin llegar a helar, hace frío. Donde mejor se está es en casa, cerca de la chimenea. Ellos lo saben bien.
La fauna silvestre de El Terrao no lo tiene tan fácil, sobre todo los animales de vida diurna. Necesitan la luz y el calor del Sol para desarrollar su actividad vital. De noche, son vulnerables tanto por la acción de la meteorología como por la de los animales de vida nocturna. En cuanto lanzan su reclamo territorial el mochuelo (Athene noctua) y el autillo (Otus scops), los demás pajarillos buscan refugio donde mejor pueden. Uno de los mejores sitios está en el jardín de El Terrao, en los naranjos amargos (Citrus aurantium).
Estos árboles, de buen porte, ofrecen buen acomodo a pajarillos de actividad diurna. Sus hojas, relativamente grandes, dan algo de abrigo a estas avecillas. Sus ramas, espinosas, ofrecen defensa de los depredadores. Y, su espesa copa, los esconde.
Entre ellos, los más abundantes son los gorriones morunos (Passer hispaniolensis), que tienen en El Terrao una de sus zonas favoritas de invernada.
Se quedan inmóviles, intentando no revelar su situación a los depredadores. De hecho, cuando saqué estas instantáneas, por encima de mi cabeza, gemía una lechuza (Tyto alba) y un par de cárabos (Strix aluco) se retaban en los pinos. Las fotos están hechas "en voz baja" y a menos de un metro de distancia.
Un poco más esquivos son los mosquiteros comunes (Phylloscopus collybita) que te observan temerosos aunque se dejan fotografiar.
Sobre todo, si ya han caído completamente en los brazos de Morfeo, convirtiéndose en preciosas bolitas de algodón.
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