Pues ya está. Después de una más que larga espera por fin se ha estrenado la nueva película de Dragon Ball, y más o menos se han cumplido todas las expectativas. Y lo mejor de todo es que está batiendo records de taquilla tanto en EEUU como en España y Sudamérica, siendo ya la película con mejor recaudación de toda la historia de la franquicia. ¿Alguien más se lo esperaba? Parece que en Japón, que siempre han pasado un poco de todo lo que ocurría fuera de sus fronteras en este sentido, están empezando a abrir los ojos, y más de uno debe de estar tirándose de los pelos.
En cualquier caso, y centrándonos ya en la propia película, Dragon Ball Super Broly es un soplo de aire fresco en el mejor sentido de la palabra. No tanto a nivel argumental –en el fondo nos están recontando la historia de unos personajes ya existentes, que estaban fuera del canon oficial- sino a nivel visual y artístico. La película de Broly es el portazo de despedida para todos esos diseños acartonados y plasticosos que veníamos sufriendo los últimos 20 años, siendo renovados por el nuevo supervisor de animación Naohiro Shintani.
Diseños menos acartonados y combates mucho más dinámicos de la mano del gran Naohiro Shintani
Los diseños de los personajes son mucho más curvados, con menos capas de sombreado y mucho más margen para la expresividad. Esto hace que las escenas tranquilas tengas un toque más cómico, y las peleas sean mucho más emotivas con expresiones de dolor, rabia o alegría llevadas al límite en muchos momentos.
Unos combates con unos movimientos de cámara y un dinamismo que supera con creces lo visto en Battle of Gods y Resurrection F. En ese sentido por fin podemos decir que Dragon Ball se acerca a lo que se espera de un anime del siglo XXI, con escenas a la altura de los grandes shonen de lucha del momento, como One Punch Man o My Hero Academia.
Aunque muchos de los animadores que participan en esta película se amoldan perfectamente a los nuevos diseños de Shintani, hay algunos animadores “rebeldes” como Yuya Takahashi que siguen manteniendo esa impronta tan noventera de la época de Dragon Ball Z. Algo que puede hacer que sus escenas no encajen bien con las del resto del equipo. Por suerte, las secuencias de Takahasi están centradas en momentos muy concretos del filme, donde su animación encaja como un guante y sirve para entregarnos una de las mejores peleas de Vegeta vistas hasta la fecha.
Reescribiendo la historia de Broly y la muerte del planeta Vegeta
A nivel de historia también apreciamos una mejora significativa respecto a filmes anteriores, dedicando una buena parte del metraje a “contarnos cosas” en lugar de meter peleas y esperar a que la trama avance sola. Akira Toriyama ha conseguido darle tridimensionalidad a Broly, que es el personaje que más desarrollo tiene a lo largo de toda la película, convirtiéndolo así en el verdadero protagonista del largometraje. Todo ello con una golosísima sorpresa en el último tercio del metraje.
Eso sí, al final han dejado fuera de la película al legendario guerrero Yamoshi, algo de lo que estuvo hablando Toriyama en sus últimas entrevistas. Vamos a pensar que se lo está guardando para futuras sagas de la serie…
En definitiva, Dragon Ball Super: Broly es una de esas películas que hay que ver varias veces para quedarse con todos los detalles. Se nota que hay mucho cariño detrás, aunque todavía sigan metiendo la pata con esos efectos generados por ordenador que no pegan ni con cola en determinados momentos clave. En líneas generales la película es muy disfrutable, y todo un regalo para el espectador. Si además tenemos en cuenta que se centran en un momento crucial de la historia de Dragon Ball, como es la destrucción del planeta Vegeta, y que la animación es prácticamente de otra galaxia, resulta un visionado obligatorio para cualquier fan de la obra que se considere como tal.