Alex Stoddard
No voy a permitir ni un minuto más que te quedes sentada,
ahí sentada como embobada,
terriblemente embobada
porque no te sientes capaz de levantarte,
levantarte, pararte y salir.
No.
No te voy a permitir ni un segundo más,
ni uno,
que te quedes con la palabra en la boca,
el estómago cerrado y las ganas atrapadas,
atrapadas de nuevo y una vez más
por eso que te inquieta,
que te inquieta y te deja quieta.
No.
Hoy no te vas a dejar estar con la cabeza en remojo,
como un saco de té de lunes,
las ideas atadas y los brazos cruzados.
No porque hoy vas a salir corriendo y te vas a ir lejos,
tan lejos que no vas a encontrar de nuevo el camino
para volver,
volver a todo esto.
A todo esto que te desposa y te deja así,
sin más ganas de mariposas,
sin consecuencias dulces,
sin los riesgos de caminar descalza y a oscuras.
Sin los músculos relajados después de forzarlos,
sin la transpiración de las manos cerradas,
sin la sed cuando hay agua.
Sin las cosquillas del sol que atraviesa tu ventana,
sin la catarata de palabras en una hoja que deja de estar en blanco,
sin el ruido de las teclas cuando se hace rítmico,
rítmico y te transporta, te llena, te alegra.
Sin un billete de ida y otro de vuelta a cualquier otro lado,
sin el alivio después de tomar aliento,
sin esa sensación de por lo menos haberlo hecho,
sin remordimientos por lo que dejas,
cuando lo dejas todo por eso de hoy querer sentir todo.Luciana Salvador Serradell