El equipo de Biología de la Conservación de la Universidad de Barcelona (UB), dirigido por el profesor de la Facultad de Biología y del Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) de la UB, Joan Real, ha publicado un nuevo protocolo para intentar mitigar la mortalidad de aves y otros vertebrados terrestres en accidentes.
El protocolo, que han publicado en la revista Global Ecology and Conservation, establece varias fases para reducir la mortalidad de aves y otros vertebrados a causa de accidentes con infraestructuras (electrocución en líneas eléctricas, ahogamientos, atropellos...) y otras causas no naturales.
El estudio integra factores demográficos, ecológicos y poblacionales de las especies afectadas por la mortalidad de origen no natural, y unifica criterios sobre las acciones a emprender de manera secuencial para priorizar de manera eficiente las áreas, poblaciones e infraestructuras en las que centrar los esfuerzos de mitigación.
El protocolo, en cuya elaboración también han participado los biólogos Antonio Hernández Matías, Santi Mañosa, Àlex Rollan y Rafael Bosch, establece como primera fase identificar las poblaciones locales de animales sobre las que habría que centrar las acciones más eficaces para reducir la mortalidad por causas no naturales.
"La primera fase del protocolo sería identificar cuáles son las poblaciones que muestran más mortalidad que natalidad debido a la amenaza que se quiere mitigar", ha explicado Real.
La segunda, identificar las áreas o subáreas más frecuentadas por los animales que haya que preservar (nidificación, alimentación...) y, la tercera, determinar las infraestructuras que representan algún grado de amenaza, tanto por sus características (balsas sin rampas para evitar el ahogamiento de animales, carreteras sin elementos para evitar atropellos...) y su ubicación en el hábitat preferente de la especie estudiada.
En una última fase se integran todos los datos obtenidos con la información relativa a las infraestructuras donde se han registrado episodios que han provocado la muerte de ejemplares.
El protocolo pone especial énfasis en las electrocuciones de pájaros, una amenaza global que afecta a un número cada vez más elevado de especies en todo el mundo.
Real ha destacado que algunas de las aves más perjudicadas son especies emblemáticas como el águila perdicera (Aquila fasciata), el águila imperial ibérica (Aquila adalberti), el águila imperial oriental (Aquila heliaca), el quebrantahuesos (Gypaetus barbatus) o el alimoche (Neophron percnopterus).
También el búho euroasiático (Bubo bubo), el buitre del Cabo (Gyps coprotheres), el cóndor de California (Gymnogyps californianus), el cóndor de los Andes (Vultur gryphus), el águila marcial (Polemaetus bellicosus) o el pigargo estadounidense (Haliaeetus leucocephalus).
Para mitigar la incidencia de riesgos no naturales, el protocolo integra como referencia el águila perdicera, una rapaz amenazada en toda Europa.
"Centrar el protocolo en especies concretas está justificado cuando éstas presentan un nivel de amenaza elevado, por lo que es prioritario impulsar actuaciones que mejoren la conservación de sus poblaciones", ha puntualizado Hernández Matías, profesor de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales de la UB y primer autor del estudio.
El biólogo señala que "en el caso de considerar la mitigación de atropellos, colisiones, electrocuciones o ahogamientos en balsas en el conjunto de especies afectadas y en un escenario de presupuestos limitados, se podrían dedicar grandes esfuerzos a mitigar amenazas en áreas que son relevantes únicamente para las especies más comunes y no para las más amenazadas".
En el caso de España, los accidentes con líneas eléctricas y la persecución humana causan la mayor parte de las muertes de águilas perdiceras.
Según sus autores, este nuevo protocolo permitiría mejorar la viabilidad del águila perdicera a largo plazo, con niveles de supervivencia elevados y poblaciones más numerosas y autosostenibles, reguladas por factores naturales.
El estudio indica que la mitad norte peninsular y Cataluña son áreas geográficas donde habría que priorizar acciones de mitigación para proteger más las poblaciones del águila perdicera.
"Mitigar el impacto de la electrocución en las aves no es sencillo y el proceso para obtener toda la información necesaria es muy largo y costoso. El gran número de soportes que hay que corregir y el elevado coste económico que se deriva es el primer factor condicionante para reducir esta amenaza en el medio natural en Cataluña, donde cerca del 60% de los territorios muestran niveles de supervivencia bajos para esta especie", advierten los autores.
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