La primavera tardía de Rosa (ii)


Vikram Kushwah
Un día de primavera Rosa se despertó con el corazón frío como si el invierno no se hubiese ido. Incluso cuando los deseos los tenía por los cielos, a las ganas todavía las tenía atrapadas en guantes de lana. En guantes de lana y calcetines gruesos por eso de tener miedo a soltarse, a soltarse desnuda y descalza si es que el sol hoy le da en la cara, si el amor la descoloca de la cama y si al fin las oportunidades, todas las que espera, le golpean a la puerta y entran a prepararle un té de menta y limón. 

Entonces pensó en dejar de pensar en los círculos perfectos que la arrinconan en la esquina, en todo lo que arrincona a Rosa y echarle más azúcar al té. En cambiar ese último aire después del suspiro de enero por una carcajada, una que la desencaje y la siente de nuevo en su silla. Que le haga cosquillas en los brazos y hasta los dedos, que le provoque hipo bien adentro y que la haga llorar cuando hay risa. Una carcajada que le sacuda todo el invierno cuando todavía es abril.

Luciana Salvador Serradell

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