Caminé un rato sin rumbo y después de haber pasado toda una fauna de arañas y bichejos por el estilo pensé que ya era hora de sacarle un poco de juego a la cámara, así que de forma pausada atrapé el encanto de toda la vidilla que habita los bosques. Fue una mañana de lo más extraña, apenas me giraba de hacer más de cien fotos a una araña-modelazo tenía otro bichito esperándome como diciendo "ey, yo también se posar para ti". Lo más gracioso es que soy de las que ve una araña en la ducha o en cualquier rincón de casa y sale pitando a grito de socorro, pero no se, verlas en su hábitat es muy diferente. Sabes que no va a saltar de repente con unos colmillos tipo drácula a morderte, no se mueve más que para pasar de un lado a otro de su red y no puede salir volando hacia los ojos u orejas de nadie porque no tiene alas. Y ahí, cuando te paras a observarla de cerca, ves a la araña como una criatura preciosa.
Si os apetece, os dejo que me acompañéis a bosquear y descubrir los colores y la vida del bosque en otoño.
¡Pasad una buena semana!
Besotes gigantes.