No es exactamente raro que el jefe final de un juego sea un poco deslucido. Si has hecho todos los extras opcionales que el juego te proporcionó antes de llegar allí, lo más probable es que la antigua fuerza del mal o del fin del mundo contra la que tienes que luchar te brinde todo el desafío de un hilo de lengua ligeramente húmedo.
E, incluso si lo hace, es probable que estés muy, muy preparado para ello. Todas las hordas de objetos valiosos y potenciadores a los que te has aferrado (y te has negado a usar incluso cuando lo necesitabas) son para esta batalla, y como es la batalla final, de repente tienes una licencia completa para jugar revive lo que has recogido en tu camino.
Con todo esto en mente, hay muchas ocasiones en las que tu mayor desafío fue en realidad la fuerza de algunos de los enemigos habituales que luchaste en el camino.
A pesar del hecho de que se suponía que solo eran escalones en su ruta hacia este gran mal, cuando mira hacia atrás, en realidad parece que eran mucho más peligrosos, ya sea porque estaba mal preparado o porque eran potencias francas.
A veces, en la vida y en los videojuegos, tu mayor desafío no siempre es lo que crees que será. A veces es solo un lagarto.
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