CAPÍTULO 4. SOLICITUD

SOLICITUD

Victor




Ese lunes las clases terminaron antes de lo debido. La gente en el pueblo aún estaba sorprendida por lo que había hecho Diego. El profesor de ética nos había dado una conferencia sobre el suicidio y las adicciones, cosa que a mí me pareció lo más estúpido que he oído.

Al salir, busqué a Matías entre los alumnos que se arremolinaban en torno a la salida. No lo encontré y decidí irme solo caminando hasta mi casa.

Tardé alrededor de media hora, pero en ese lapso estuve escuchando música a todo volumen con mis auriculares.

No pasó nada extraordinario. Si estás esperando a que te cuente algo que valga la pena desde mi trayecto de la escuela pues estás en un error.

Cuando llegué a mi casa lo primero que me preguntó mi padre fue:

¿Por qué saliste tan temprano? No lo sé. Seguramente por lo de Diego, el sábado. le dije yo.

Me dio una cerveza de lata y empecé a beberla. Le entró una llamada a su teléfono y se retiró.

Desde que mamá murió hace casi un año papá se había encargado de buscarse otra pareja. Hasta lo que sé, lo había logrado pero no era nada serio. La mujer siempre le hablaba a eso de las dos de la tarde. Lo sé, es un poco raro, considerando que usualmente la gente trabaja en el día.

En una ocasión me metí al perfil de Facebook de la mujer. Te mentiría si te digo que ella se veía agradable. En realidad era una prostituta o al menos eso es lo que alcancé a ver. Aunque posiblemente sea sólo mi imaginación; normalmente las personas criticamos a los demás por las fotos que suben a Facebook.

Después de terminar la cerveza salí de mi casa y llegué a un puesto de tacos. Allí comí. Ni mi padre ni yo cocinábamos; desde hace meses no había nada más en la nevera que latas de cerveza y algunas
verduras podridas. Papá tiene varios locales en el centro del pueblo que alquila y de allí saca para lo que necesita en la casa: que básicamente es el pago de agua, electricidad, cable e internet. Así es: no tenemos tanto dinero como hubiésemos querido.

Y ni hablar de la universidad.

Este es el último mes de bachillerato y, por consiguiente, mi último mes estudiando. Me he negado a seguir, no me siento identificado con ninguna profesión. ¿Derecho? Para nada, no quiero lidiar con problemas ajenos. ¿Medicina? No me asusta la sangre, pero gastar todo mi tiempo en un hospital no es lo que quiero hacer. ¿Contabilidad? Si el dinero no es mío, entonces no tengo por qué administrarlo. ¿Letras? Ya sabes lo que dicen de ellos: mueren de hambre...

Así que simplemente decidí que cuando saliera del bachillerato buscaría un empleo de medio tiempo en algún supermercado y viviría momentáneamente de eso.

Después de acabar de comer, caminé hasta el gimnasio al aire libre que muy amablemetne el ayuntamiento había puesto a las afueras del pueblo.

Por los alrededores había parejitas que se besaban y se toqueteaban. A decir verdad, sentí un poco de envidia.

Hace seis meses que no tenía novia. Mi última pareja se tuvo que mudar a la capital para terminar allá sus estudios de bachillerato; me parece que luego ella viajaría a Canadá para entrar a la universidad; así que no iba a funcionar lo nuestro con tan enorme distancia.

Cogí las pesas y empecé a levantarlas. Todos los días por la tarde iba a ese lugar para ejercitarme; satisfactoriamente veía resultado en poco tiempo. En tan solo cinco semanas mi masa muscular había aumentado en brazos y piernas; no estaba ni siquiera cerca de la figura que tenía Diego, pero algún día llegaría.

Las nubes en el cielo anunciaban una llovizna, pero yo seguí ejercitándome sin temor. Luego, hice abdominales y terminé trotando un poco alrededor del lugar.

En las sombras de los árboles todavía se veían las figuras de los enamorados que se fundían en una sola sombra.

Cuando la llubia empezó a caer, me retiré y caminé de regreso a casa. Me di un baño y luego me tiré en la cama... los ojos me ardían un poco.

Me metí a Facebook y divagué un rato por las noticias nuevas. Todavía vi algunas publicaciones de compañeros de la escuela junto con Diego, muchos de ellos tenían enormes discursos de despedida. Avancé en la pantalla de mi teléfono y aprecié la última foto que había subida Alexa, tomada en el baño de la escuela. Tenía más de doscientos likes contando el de ella. Y los comentarios al pie de la imagen iban desde los más torpes (como los de sus familiares), hasta los más morbosos escritos por hombres que vivían en Villa Dorada.

Vi atentamente la imagen y aprecié una marca en su muñeca, casi invisible. Era como si hubiese intentado cortarse las venas, pero quizá solo fuese una ilusión óptica del espejo.

Preso de la curiosidad, me metí al perfil de Diego. El número de publicaciones en su muro había aumentado. En su foto de perfil salía él tomándose una foto también frente al espejo; con la mano izquierda estaba un extraño saludo: sus dedos índice y meñique simulaban unos cuernos invertidos.

Tenía más de trescientos likes y casi cien comentarios. Al igual que Alexia, tenía comentarios de sus familiares y de chicas locas por él.

En ese momento vibró mi teléfono y me apareció una nueva solicitud de amistad. allí estaban aquellas solicitudes que nunca había aceptado; pero la nueva, sobresalía entre todas las demás, incitándome a aceptarla.

Una chica llamada Dawn Walker me mandó solicitud.

Como usualmente lo hacía cuando me llegaba una nueva solicitud, me metí a la galería y inspeccioné las fotografías. De perfil tenía una foto de ella sólo de la mitad del rostro, su mirada negra era notable y parecía atravesar la pantalla de mi celular para impactarse de lleno en mi cara. Dawn se veía realmente hermosa en cada una de sus fotos. A veces estaba con amigas tomando café, en otras salía en la playa o simplemente leyendo un libro. Había unas cuantas en donde sólo salía su silueta negra entre las sombras de su habitación.

Para serte sincero, no parecía de aquí. Su piel era pálida y sus fotografías parecían profesionales, tomadas por un fotógrafo y editadas a la perfección. No pude ver sus amigos, ni tampoco el número de likes o de comentarios.

Pero ella era hermosa en cada una de sus fotos. Es la única impresión que me dejó.

Entonces, acepté su solicitud.

¿Quieres saber si me arrepiento de haberlo hecho?

No lo sé. Las cosas suceden por algo.

Pero desde ese momento, cambió mi vida.



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