Hace dos semanas fui a traer a mi hermana a la escuela, mientras esperaba que saliera me puse a platicar con una señora que estaba sentada a mi lado. Ella me contó que tiene una lucha constante con sus hijos por sacarlos de la hipnosis provocada por los aparatos electrónicos, desde que les regaló una tableta a cada uno no hacen más que vivir pegados a ella día y noche.
Este mal se ha extendido a Iglesias, hospitales, centros educativos, reuniones de trabajo, etcétera, etcétera. La gente actúa como cuerpos sin alma. He visto grupos de amigos sentados en un restaurante y en lugar de dialogar están todos concentrados en sus teléfonos. El colmo de los colmos es verlos enviándose mensajes por Whatsapp ¿Tanto cuesta hablar de frente?
Otro de los colmos fue hace un tiempo que buscaba un patrocinador, cuando me pasó a su oficina me preguntó en qué me podía ayudar y comencé a explicar mi idea, en los 10 minutos que hablé el tipo mantuvo su vista en la computadora y en el teléfono. Cuando terminé de hablar le pregunté qué le parecía lo que le había dicho y me contesta: ¡Ahh, muy bien! ¿Me lo puede repetir de nuevo? Es que quiero entenderle bien. En ese momento solo pensé: Si tuviese unos Google Glass esto ya estaría publicándose en Youtube.
El uso de la tecnología móvil ha hecho que mucha gente pierda lo esencial en el ser humano: Las buenas costumbres y la educación. Afortunadamente en algunos países están tomando conciencia de este problema al crear clínicas para ayudar a superar la adicción a los aparatos electrónicos.
En mi infancia y adolescencia sí habían Super Nintendos y Gameboys para pasar entretenido por horas, pero era más divertido salir a la calle a jugar fútbol, baloncesto, escondite, juegos de mesa entre otros. Nuestras redes sociales eran las mejores porque había interacción en el mundo real, no a través de un aparato. Son cosas que no están disponibles ni en la App Store de Apple ni en la Google Play Store.
Hasta pronto.