Susurra el viento
y lo hace solo,
ya no trae tu risa,
ni viene con tu abrazo cosido en los rizos que dibuja cuando pasa,
juega con mi pelo
y me hace cosquillas,
quiere que me ría
y yo simplemente me dejo.
Se para y me cuenta
que estaré bien aunque sepa que ya te has ido,
que quizá algo más bonito venga por el mismo camino,
que es mejor poder decir que has querido
a tener que agachar la mirada cuando pienses que dejaste pasar al destino,
que dijiste que no
y jugaste al escondite,
que no tocaste aquella pared
y no salvaste nada,
ni a ti,
ni a mí,
ni a todo lo que vino.
Se marcha
y me dice que por la tarde volverá,
que me ponga las alas
porque me ayudará a volar,
la soledad viene a por mí hasta que él llega
y,
por fin,
caigo en la cuenta.
Yo, que pensé que serías mis veinte poemas de amor,
que en tus abrazos mis pedazos serían obras completas,
descubrí que solo fuiste una canción desesperada,
la que te aprendes rápido
y de la que mañana ya no queda nada.
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