Y es que, este parque es una pequeña península de unos 5 kms de largo, donde lo más recomendable es dejarse llevar y perderse, con el coche o andando. Hagas lo que hagas terminarás en alguna cala de piedras, con aguas
Claro que lo mejor es cuando, al final del camino, llegas al Safari Bar, parada imprescindible que por sí misma justifica la excursión. Es un sitio de lo más original, camuflado entre la vegetación de la zona y hecho con restos de barcos, chatarra, trastos viejos... Totalmente integrado en el entorno, parece que estás en la jungla.
Y encima por cuatro duros te dan de comer. Nosotros elegimos las sardinas que no eran como las de España, pero estaban buenísimas. Además tienen grifos de limonada, té helado y vino blanco y entretenimiento gratuito para los niños. Los cevapcici no los probamos, pero ahí olía de miedo!
Con todo lo que nos gustó el viaje, seguramente éste fue el día que más disfrutamos, sobre todo los tres ya sabemos.
En otro orden de cosas y para cerrar el círculo de la costa istriana, que si no esto va a ser una serie interminable de entradas,
otro día visitamos el Parque Nacional de las Islas Brijuni.
Las islas (sólo se pueden visitar dos, en excursiones distintas) deben su fama a Tito, que se montó su residencia privada ahí y era donde recibía a los mandatarios extranjeros. Como le gustaban mucho los animales le ofrecían muchos de regalo, así que montó un zoo, pero lo que se puede ver hoy en día es bastante decepcionante. Además del zoo está, por supuesto, el correspondiente museo sobre Tito, con una exposición de fotos con todos los mandatarios que pasaron por allí y una colección de animales disecados.
Para llegar a las islas hay que coger un barco en Fazana, que es conveniente reservar un día antes para tener sitio en el trenecito que recorre la isla durante 3 horas (hay más plazas de barco que de tren, pero el precio es el mismo).
El tren hace un recorrido por la isla, con paradas estratégicas en el zoo, el museo de Tito y la iglesia de San Germán. Pero el zoo es decepcionante, el museo no está mal, y lo que más nos apetecía ver, que eran las ruinas romanas y el olivo más viejo del mundo, se ven de pasada, sin parar. Así que al terminar el tour nos volvimos dando un paseo para no quedarnos con las ganas.
En definitiva, si lo llegamos a saber, nos lo saltamos, porque además el tour, barato, precisamente, no era y oye, yo me quedé con las ganas de probar esos cevapcici del Safari Bar de Premantura. Si lo llegamos a saber...!