Cómo no iba a creer en la magia
si llegaste de la nada
y convertiste en luz toda esta oscuridad,
si tiraste en la fuente de mis latidos una moneda
y fuiste capaz de hacerme destino.
Llegaste con el viento del este
y lo hiciste para quedarte,
para hacer desaparecer la niebla gris
y enseñarme algún que otro truco para ser feliz,
mi alma,
y mis alas,
ahora saben que tus hechizos no fallaban
y con un simple abracadabra
conseguiste quitarme el miedo a las alturas que me impedía volar.
Desde entonces todas mis cartas son tréboles
y dan suerte,
todo son escaleras de color,
y ese full directo al corazón,
también los deseos se cumplen
y no sé si será porque las estrellas son más fugaces que nunca
porque hasta ellas quieren verte haciendo realidad su ilusión,
la de vernos siempre encender fuegos artificiales en el balcón,
de esos qeu se enamoran del cielo
y hasta de los luceros,
los mismos que se dejan robar un beso cuando los roza su efímero resplandor.