Mi querida señorita Laurel



Anka Zhuravleva
Súbete la falda y sacúdete las bragas que una señorita, mi querida Laurel, una señorita como la cosa manda, no anda escondiendo cuando a otro se le da la gana. Súbete la camisa y enseña la teta, la teta derecha que son las tres y tu bebe tiene hambre. Suéltate el pelo, sacúdete el flequillo y ráscate la nuca que no hay circunstancia más religiosa que una cabeza cuando se acomoda.

Y si todavía tienes ganas, ganas de más, sácate las medias y los zapatos, y ráscate los dedos, los diez, que no hay mensaje de vida más directo a la cabeza que las cosquillas de tus pies y los calambres de la cadera, que hay al querer.

Pero si no quieres y la falda no te subes, mucho menos las bragas te bajas, y ni pensar con desprender el primer botón de tu camisa, no andes mostrando nunca cuando a otro se le da la gana. Átate el pelo, acomódate el flequillo y arregla el cuello de la camisa que no hay circunstancia más religiosa, mi querida Laurel, que una cabeza que nunca ha sido acomedida.

Y si todavía tienes ganas, ganas de más, ponte tus medias favoritas y los zapatos azules, esos que te quedan tan bien, y sal afuera, a donde quieras ir, que no hay mensaje más directo de vida a la cabeza que las cosquillas de la ropa en la piel y los calambres de la cadera, que hay al querer, mi querida Laurel.

Luciana Salvador Serradell

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