Casi cualquier objeto que se pueda hacer por encargo, incluso en pequeñas cantidades, se puede personalizar con una fotografía. ¿Y por qué no, también, una chapa? Para hacerlo, puedes acudir a empresas especializadas o sitios web. Sólo tienes que hacer una búsqueda en Internet para descubrir qué solución te resulta más cómoda.
Normalmente, los sitios web que ofrecen este servicio facilitan un modelo, es decir, un archivo digital que te puedes descargar y utilizar como base para tus chapas.
Siguiendo las instrucciones y alineando bien las imágenes a las guías y las pautas que encontrarás en el archivo, será muy fácil enviar un archivo correcto y preparado para ser impreso. Lo que verás, además, será casi idéntico al resultado final.
Si optas por otro tipo de servicio, seguramente te pedirán que entregues un simple archivo, en las dimensiones y la resolución adecuadas al formato de la impresión final.
Aunque el formato JPG es el más común, muchos también aceptan archivos PDF, que además de ser el formato principal en el sector de la impresión, también mantiene una alta calidad del archivo y se puede utilizar sin problemas en cualquier ordenador que cuente con Adobe Acrobar Reader, un software gratuito.
Asegúrate que en el material que entregues la parte central de la imagen respire por los dos lados. Si observas una de estas chapas de cerca, comprobarás que una parte de la superficie impresa queda envuelta alrededor de la estructura de la chapa.
Por tanto, si no sobra un poco (un par de milímetros) corres el riesgo de que una parte de la fotografía no se vea.
Un consejo: dadas las reducidas dimensiones de estos soportes, evita elegir fotografías con muchos detalles. Es mejor optar por tomas más gráficas. Son especialmente adecuadas las siluetas o imágenes con fuertes contrastes y sujetos visibles incluso si se reproducen en dimensiones reducidas.
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