Quizás uno de los aspectos que más disfruto de la época en que me ha tocado vivir es esa ruptura de paradigmas en los cuales se cimentaba la forma de hacer negocios para adentrarnos en una dinámica donde se pone en relieve la figura del emprendedor moderno.
Esa combinación impactante y prominente de nuevos elementos en la mesa de trabajo, tales como las nuevas tecnologías, comunicación 2.0, globalización y los emergentes modelos de negocio nos dirige, con mayores probabilidades de éxito, hacia un emprendimiento como el caso de Hawkers que actualmente es un referente de emprendimiento en el mundo.
Pero innovar y arriesgarse no significa dejarlo todo al azar. Siempre he sostenido que el emprendedor incipiente debe traer consigo una serie de actitudes y un conocimiento complementario a su formación en cualquier área, que lo respalde en la toma de decisiones y en los momentos de incertidumbre o dificultad.
Junto a la tenacidad, entusiasmo, creatividad, autoconfianza, flexibilidad, audacia e inconformidad, el emprendedor debe asirse de conocimientos inherentes a su proyecto tales como:
Formación empresarial básica. Especialmente en lo concerniente a finanzas, marketing, leyes, administración y recursos humanos.
Conocimientos sobre el sector o nicho del mercado. Marcas, productos, tendencias, comercialización, preferencias de los consumidores, posibilidades de expansión, etc., es fundamental para ser realmente competitivo.
Tecnología. Independientemente del tipo de negocio, la tecnología siempre será una apoyo imprescindible para automatizar procesos y llevar al negocio varios pasos adelante.
Exploración constante. En tiempos de cambios, actualizarse es primordial. De hecho, el éxito está determinado muchas veces por la capacidad de alcanzar objetivos y de innovar. Nunca se conoce lo suficiente y siempre nos enfrentamos a nuevos retos para los que debemos estar preparados.
Alejandro Betancourt