1. Que me pregunten cosas durante un examen: Me pone muy nerviosa que alguien empiece a cuchichear y a pedir respuestas en pleno examen, siempre me ha dado cosa copiar, pienso que me van a pillar y prefiero no intentarlo. El odio se triplica cuando al salir se cabrean porque no les has dicho nada.
2. El viento: No hay fenómeno meteorológico que me moleste más, prefiero la lluvia a mares o el calor bochornoso que el cierzo soplando en Zaragoza. Tampoco me gusta llevar abierta la ventanilla del coche por el mismo motivo, el olor que se queda en el pelo después de un día de ventolera es de las cosas más odiosas del mundo.
3. Que les salgan borras a los jerséis: Esas pequeñas pelotillas de lana vienen directas del infierno, tu jersey favorito puede convertirse en otro más que dejas abandonado al fondo del armario y que sólo te pones cuando no queda más remedio. Si encima las borras salen a la tercera vez que lo llevas, las ganas de prender fuego a la tienda donde lo compraste aumentan considerablemente.
4. No poder abrir con las llaves: Con las llaves de casa salvo que falle la propia cerradura no me cuesta mucho esfuerzo abrir, pero cuando me dejan las llaves de una casa ajena puedo estar más de cinco minutos sin conseguir abrir la puerta. Más de una vez me ha sorprendido el propio con cara de "¿cómo es que aún no lo has conseguido?".
5. Que algunos me consideren una fábrica de apuntes: "Elena, ¿me dejas los apuntes de penal del primer cuatrimestre?", dijo alguien que no ha venido a clase más de dos días. No me importa prestarlos a gente que asiste a clase y falta un día por lo que sea, pero cuando se han pasado el curso entero sin hacer nada y quieren que se lo des todo hecho me repatea.
6. Olvidarme de lo que he soñado al poco de despertarme: A pesar de que casi nunca recuerdo lo que he soñado, hay veces que me despierto maravillada por haber tenido un sueño digno de escribir una novela. Pienso en ello un rato y de repente, ¡puf! ni rastro del sueño, se va de mi mente tan rápido como ha venido.
7. Los mosquitos: En un principio no había incluido a los mosquitos en la lista, pero después de pasar una noche con uno de estos bichos susurrándome al oído me he dado cuenta de cuánto los odio. Pequeños vampiros que chupan la sangre y dejan de recuerdo un bulto enorme que pica no los quiero cerca, gracias.
8. Ir a desayunar y que hayan dejado un culin en la caja de leche: ¿Tanto cuesta echar en la taza tres gotas más y tirar el cartón? Poderosa pereza, mejor que lo tire el siguiente que desayune. Lo peor de todo es cuando se excusan con "era imposible que eso entrara en la taza, estaba ya hasta arriba".
9. Que me cojan cosas sin pedir permiso, y ya si no las devuelven es el colmo: Si quieres coger algo que no es tuyo primero pregunta, lo más probable es que te lo preste. Odio encontrarme cosas mías en otras casas, cosas que me desaparecieron de su sitio y ahora están tan ricamente en manos de otro desde hace tiempo, un hurto en toda regla.
10. Que los coches no paren en un paso de peatones: Si viene un coche a velocidad normal cruzo parándolo con la mirada. Ahora, si parece que está en una carrera de fórmula 1 prefiero no correr el riesgo y esperar a que pare, y si no lo hace tendrá mi odio de por vida.
Extra: Siguiendo en la línea anterior, odio que un coche te deje cruzar un semáforo cuando él lo tiene verde y tu rojo. Se me ha pasado por la cabeza que, justo en el momento en que este cruzando, el conductor pegue acelerón y me atropelle por "estar cruzando en rojo". Muy enrevesado todo, pero prefiero dejar que el tontorrón se quede parado hasta que yo lo tenga verde y cruzar entonces.
Vaya de texto os he soltado, y eso que no pensaba extenderme mucho. De todas formas me he dejado muchas cosas por contar, queda algún que otro odio confesable por ahí que igual en un futuro puede ser objeto de una segunda entrega (;
¿Cuáles son vuestros odios confesables?