Hace mucho que no publico una entrada de viajes (hace mucho que no publico, punto!) y la verdad es que tengo unas cuantas en el tintero, así que vamos con Trieste, bellísima ciudad italiana al norte del Adriático, con mucha historia y preciosos monumentos, que visitamos hace ya casi un año, a la vuelta de nuestro viaje por Istria.
Trieste hace frontera con Eslovenia y está al ladín de Croacia y de Austria. Como Istria, ha pasado por muchas manos: Roma, Bizancio, Venecia y sobre todo, el Imperio Austrohúngaro, hasta el fin de la I Guerra Mundial. Así que es una ciudad que ha recibido influencias de un montón de sitios, lo que se nota en sus calles y en sus monumentos.
Empezamos parando para comer en Gino, una pequeña pizzería fuera del circuito turístico. Teníamos tanta hambre que no hubo manera de sacar una foto decente, sólo decir que las pizzas eran caseras caseras, de la mamma, y que si volviéramos a Trieste, haríamos otra paradita en el sitio. Los datos, al final, como siempre.
Después bajamos andando hasta el centro histórico. Empezamos por el canal Grande, de estilo veneciano, y la piazza San Antonio Nuovo, con un templo serbio ortodoxo al fondo. Alrededor del canal hay muchos restaurantes y terrazas donde tomar algo, de hecho, cenamos en uno de ellos porque nuestro hotel quedaba prácticamente al lado. No cenamos mal, pero nos quedamos con Gino!
Callejeando llegamos a la Piazza della Borsa, por donde pasa el Meridiano de Trieste, y donde tuvo lugar la anécdota del viaje (y uno de los motivos por el que nos apeteció alargar nuestro viaje un día), aunque lo mejor lo cuento al final...
Sin duda, de Trieste me quedo con la piazza Unitá dItalia, la más grande de Europa con vistas al mar, me pareció de lo más fotogénica.
Con tanta influencia austrohúngara, es normal que haya cafés por todas partes. Parada obligada en esta ciudad, aunque sea para tomar un heladito, (que en nuestro caso ya sabéis que es innegociable, y más en Italia).
El paseo lo terminamos en el puerto, donde nos encontramos con un megacrucero de esos que dan la vuelta al Mediterráneo. Y es que yo no sé qué tienen los puertos, que me fascinan...
Pero lo más divertido del viaje fue la pequeña búsqueda del tesoro que organizamos.
Resulta que mis padres, por casualidades de la vida, paraban en Trieste dos semanas después. Y al decirles que nos pillaba de paso para llegar Istria, a mi padre, que es muy de esas cosas, se le ocurrió la genial idea de que podríamos dejarles un "tesoro" escondido para que ellos lo buscaran. A los niños les entusiasmó la idea, como no.
La empresa tenía sus dificultades, no creáis. Primero había que pensar qué les dejábamos, que fuera original a la par que fácil de conseguir (y de esconder). No muy valioso, pero que les hiciera ilusión.
Y luego, había que encontrar el escondite adecuado: discreto, pero fácil de encontrar. Al final fue pan comido y lo hicimos en un momento. Nosotros mandamos nuestras pistas...
Y dos semanas después, nos mandaron la prueba del éxito:
¡Una idea genial! Pena que sea tan complicado coordinar los viajes así, estaría genial hacer un álbum de fotos con estas cosas. En fin. Evidentemente, en Trieste hay mucho más que ver. Como un teatro romano, un castillo romántico o el único campo de concentración nazi en Italia, a las afueras de la ciudad. Pero tendremos que dejarlo para la próxima visita!
Comer en Trieste: si te gusta la pizza, ¡este es EL sitio! (con permiso de Lucca en Munich): Pizzeria da Gino, Via Pascoli 26 - 040/633676.