Un objetivo se considera normal cuando su distancia focal (el valor expresado en milímetros de la distancia que existe entre el sensor y el centro del objetivo cuando éste está enfocando al infinito) es aproximadamente igual a la diagonal del sensor o fotograma que cubre.
Así, un objetivo de una distancia focal de 50 mm se considera normal para un formato de 24x36 (las dimensiones de un fotograma estándar) porque la diagonal de dicho formato mide unos 50 mm (43 mm, exactamente). Si se pasa, por ejemplo, a una distancia focal de 28 mm, lo que se tiene es un gran angular; y si se pasa a un 100 mm, se tiene un teleobjetivo de retrato.
La llegada de la tecnología digital ha cambiado las reglas del juego, ya que pocas cámaras han mantenido sensores de formato 24x36 mm. En el mundo de las réflex han aparecido formatos más pequeños, cercanos al formato APS-C, es decir, de 22,5x15 mm o 22,2x14,8 mm; o bien al formato APS-H, es decir de 28,1x18,7 mm.
Un sensor más pequeño, en estas máquinas digitales, cubre sólo una parte reducida del círculo de la imagen creado por el objetivo. La consecuencia de ello es que el ángulo de toma resulta más limitado que el nominal.
Si se utilizan réflex con sensores más pequeños, la distancia focal se hace más larga. Así, 50 mm pasa a ser de 65 mm con los sensores APS-H (se modifica por 1,3x) y llega a 80 mm con los sensores APS-C (en cuyo caso se multiplica por 1,6x).
Esta característica puede ser ventajosa (el tele se hace más potente), mientras resulta limitadora cuando se emplean los gran angulares (se puede perder todo el efecto óptico de estos focos).
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