Durante algún tiempo dejaron de estar de moda, pero actualmente vuelven al primer plano gracias a la gran oferta de modelos y a los competitivos precios que ahora tienen estos interesantes objetivos.
Este elemento óptico se creó para obtener focos muy largos (500 e incluso 1000 mm) manteniendo un peso y una dimensión muy contenidos. Reflejan la luz a través de un sistema interno de espejos, exactamente igual como sucede en los telescopios, con lo que consiguen una distancia focal efectiva muy superior a la de la longitud física del objetivo.
Hay que tener cuidado porque a menudo se cae en el error de creer que una óptica, a menudo más ligera y pequeña que un pequeño tele o que un zoom de mediana potencia, se puede utilizar sin problemas a mano alzada.
En la práctica, sin embargo, la muy larguísima longitud focal (un 500 mm en el formato de sensor APS-C, que se transforma hasta en un 800 mm) impone tiempos de exposición muy breves (por lo menos equivalentes al recíproco del valor del foco, así pues, de 1/500 de segundo o 1/800 de segundo), o utilizar un monopie o un trípode.
Te darás cuenta de ello cuando encuadres con este objetivo, ya que notarás cualquier pequeña vibración.
Los límites de esta óptica son un diafragma fijo, casi siempre f/8 (que actualmente resulta menos problemático gracias a la alta calidad que se obtiene con elevadas sensibilidades de algunas cámaras digitales réflex de nueva generación) y una inferior nitidez en las imágenes si se compara con la obtenida con las ópticas tradicionales.
RESPLANDORES EN FORMA DE ROSQUILLAS
Un defecto, y a la vez una característica propia de los objetivos catadióptricos, es que los puntos de luz desenfocados se ven en forma de pequeñas circunferencias, que caracterizan las fotografías resultantes.
Hay quien los llama rosquillas, porque su forma recuerda a un donut. Estas ópticas a menudo se utilizan para conseguir ese efecto, que es muy... años sesenta.
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