"No comprometeremos la privacidad por Facebook", aseguró en 2014 Jan Koum, confundador de WhatsApp junto a Brian Acton. Acababa de vender su compañía a Facebook por 19.000 millones de dólares, una parte en dinero y otra en acciones, en un acuerdo que les convertiría en parte del equipo directivo de la multinacional de Mark Zuckerberg. Una de sus principales preocupaciones era dejarle claro a sus entonces 465 millones de usuarios que la nueva relación con Facebook cambiaría muy poco en la app de mensajería.
Por aquel entonces WhatsApp era una de las firmes defensoras de un modelo de negocio digital opuesto al de las compañías de Zuckerberg. Koum y Acton renegaban de ese incipiente capitalismo de vigilancia basado en ofrecer servicios digitales sin coste económico pero extrayendo todos los datos personales del usuario y, de hecho, WhatsApp solo era gratuito durante el primer año de uso. Después, para seguir usándolo había que pagar 0,89 céntimos anuales.
"No tienes que darnos tu nombre y no preguntamos por tu dirección de correo", detallaba Koum. "No conocemos tus likes, qué es lo que buscas en Internet ni recolectamos tu ubicación GPS. Ninguno de esos datos ha sido recogido y almacenado por WhatsApp, y realmente no tenemos ningún plan de cambiar eso", manifestó poco después de la venta.
Esos planes salieron muy mal.
La luna de miel duró un par de años. Desde 2016 Facebook ha convertido a WhatsApp en el gran succionador de datos personales que sus fundadores nunca quisieron que fuera. La información que recoge (que no incluye el contenido de los mensajes, que están cifrados) pasa luego al resto de empresas del grupo. Excepto en Europa, donde la legislación se lo impide, esos datos se usan también para la elaboración de perfiles publicitarios y mostrar anuncios segmentados. Koum y Acton dimitieron hace años.
Pero lejos de perder apoyo popular por renegar de su original respeto por la privacidad, WhatsApp es hoy una de las apps más usadas del planeta. Está instalada en los teléfonos de más de 2.000 millones de personas. Un 93% de los españoles la usan, según el estudio anual de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC).
La jugada no le pasó factura a Zuckerberg... hasta ahora. Estos primeros días de 2021 WhatsApp pidió a sus usuarios que aceptaran una nueva política de privacidad para seguir profundizando en la extracción de sus datos personales (especialmente de los no europeos) y en encontrar nuevas formas de ganar dinero gracias a su actividad en la app. La gran novedad es que muchos están diciendo que no.
"Existe una gran confusión con respecto a nuestra reciente actualización", ha denunciado WhatsApp.
El mensaje que la app está mandando a los usuarios para que acepten sus nuevas políticas generó un tsunami que convirtió a herramientas alternativas como Telegram o Signal en las apps más descargadas del mundo. Sin embargo, WhatsApp que se debe a una intoxicación de desinformación, que hace creer a los usuarios que sus conversaciones dejarán de ser secretas tras la actualización. Un bulo que en España fue difundido por representantes del PP y Vox y que la compañía se vio obligada a desmentir.
"Ni WhatsApp ni Facebook pueden ver esos mensajes privados. Por esa razón, no mantenemos registros de los contactos a quienes cada persona llama o envía mensajes. Tampoco podemos ver las ubicaciones que compartes ni compartimos tus contactos con Facebook. Con esta actualización, nada de eso cambió", aseveró WhatsApp en un comunicado.
La compañía explica que la actualización pretende facilitar que los usuarios no europeos puedan tener relaciones comerciales con terceras empresas en la plataforma de WhatsApp. Este cambio no afecta a los usuarios europeos, aunque WhatsApp también ha cambiado sus términos para el bloque comunitario y avanza que está "analizando" esa misma posibilidad. "Facebook podría permitir que los usuarios se comuniquen a través de WhatsApp con empresas que encuentren en la plataforma", reza la nueva política de privacidad aplicable a la UE.
Este tipo de funcionalidades comerciales en WhatsApp ya se avanzaron hace meses en países como la India, uno de sus mayores mercados estratégicos. Allí, la aplicación de mensajería puede usarse también para enviar y recibir dinero, un proyecto que Facebook estudia ampliar a todo el mundo. Pero en los últimos diez días, Signal ha sido también la aplicación más descargada por sus 1.300 millones de habitantes.
"La divulgación de tanta información falsa" ha obligado a WhatsApp a aplazar tres meses la fecha en la que tenía planeado que entraran en acción las nuevas políticas, justifica la compañía. Del 8 de febrero pasa ahora al 15 de mayo. "Tomaremos una serie de medidas para aclarar la desinformación con respecto a la forma en que funcionan la privacidad y la seguridad en WhatsApp. Luego, pediremos gradualmente a los usuarios que revisen la política a su propio ritmo".
"No veo en este movimiento una verdadera preocupación por la privacidad", contesta Manuela Battaglini, abogada especializada en Ética de datos. La experta apunta en cambio al viejo bulo sobre "la (mal entendida) censura de WhatsApp" que surgió cuando la compañía decidió limitar el reenvío automático de mensajes para contener la desinformación en los primeros meses de la pandemia, que se ha reactivado con el aviso de WhatsApp sobre sus nuevas políticas.
"Lo que veo es preocupación porque se pongan límites a las veces que pueden reenviar un mensaje, independientemente de que se corresponda con la realidad, o no", detalla en conversación con elDiario.es.
El regreso del bulo sobre la "censura de WhatsApp" se ha visto favorecido los acontecimientos que rodean a las grandes tecnológicas en las últimas fechas. "El momento para cambiar las políticas de privacidad fue un tato desafortunado, puesto que coincidió con la suspensión de las cuentas de Donald Trump de varias redes sociales, entre ellas, la de Facebook. Esto produjo aún más desconfianza entre sus usuarios, en términos de escasa privacidad y censura de la libertad de expresión", abunda Battaglini.
Carissa Véliz, profesora de Oxford y autora de Privacy is Power, añade que "la notificación nos recordó las condiciones tan autoritarias a las que nos sujetan las grandes tecnológicas. Son condiciones que pueden cambiar en cualquier momento, que rara vez cambian para favorecernos, y sobre las cuales no hay margen de negociación: o las aceptas o no puedes usar la plataforma".
Esta experta sí señala que puede haber un movimiento de fondo en la migración a Signal y Telegram, basado en "tantas promesas rotas y malas experiencias acumuladas", como con la propia WhatsApp de no recolectar datos personales con la venta a Facebook. "Estamos cansados de que se abuse de nuestra privacidad una y otra vez. La cantidad de escándalos va haciendo mella".
Sea cual sea el motivo individual de un usuario para descargar una app alternativa a WhatsApp, Véliz señala que ése es el paso más complicado para dar de lado los servicios de las multinacionales que basan sus beneficios en la extracción y análisis de datos personales: "Lo difícil es hacer el cambio. Una vez hecho eso, una app como Signal funciona tan bien o mejor que WhatsApp, y sin la recolección de datos. ¿Por qué volver a WhatsApp?".
Signal, la más recomendada por especialistas como la autora de Privacy is Power, sabe qué tipo de errores se pueden cometer a la hora de diseñar una aplicación de mensajería y qué trampas se hallarán en el camino. Está constituida como una fundación sin ánimo de lucro que dirige alguien que conoce bien los problemas que sufrió WhatsApp: su confundador Brian Acton.
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