Es una función que se aplica a la cámara antes de la toma y tiene como finalidad llevar los tonos de blanco a un valor neutro.
Tiempo atrás había películas para distintas situaciones de luz (para exteriores y luz de flash, o para interiores con luz de tungsteno), o se podían utilizar filtros correctores, gracias a también las indicaciones que proporcionaban unos instrumentos manuales llamados termocolorímetros, capaces de medir la luz desde el punto de vista cromático e indicar al fotógrafo las correcciones necesarias para obtener la toma correcta.
Hoy en día, con la tecnología digital, el concepto de balance del color no es el de corregir, sino el de indicar a la cámara un valor al cual atenerse. Para balancear el blanco hay que introducir -si no está ya presente- un elemento blanco en la escena que queremos fotografiar.
Sólo será preciso encuadrar en primer plano este elemento (puede ser simplemente una hoja en blanco) para indicar al software de la cámara el valor del blanco y, en consecuencia, se regulará el balance para toda la escena.
Recientemente, el uso del formato RAW y de software específico han hecho menos importante esta graduación cuando se quiere tomar una fotografía, ya que es posible realizar las correcciones más tarde.
El balance de blancos, si se trabaja con otros formatos distintos al RAW (JPEG o TIFF, por ejemplo), es todavía fundamental para evitar que sea preciso aceptar resultados de mala calidad.
¡Anímate a comentar! Tu opinión es muy importante para mí