“Mmmm, ¡¡¿le has mandado un mensaje privado, has escrito en su muro, le has hablado por el chat y no te contesta?!! ¿Y encima le has mandado tablas para su establo de Farm Ville y nada? Tía, ¡pasa de él!”. Extracto de conversación entre dos niñas de quince años Blackberry en mano… Parecen estar tan notablemente afectadas que incluso han llegado a pensar en su suicidio social:quitarse la App de Facebook de su Smartphone. Respiran, actualizan su estado: “Con @xxxxx, pensando qué hacer con nuestra vida”. Al segundo aparecen un montón de notificaciones en sus Facebook. Su grupito de amigas sale al rescate. 15 respuestas a su estado, sólo 2 “Me gusta”. Él culpable de los males no aparece por ninguna parte, seguramente las habrá bloqueado y no aparecen en su muro. Vamos, como si no existieran.
Y es que la vida para nosotros era muchísimo más difícil. Antes, para saber con quién hablaba, con quién ligaba o qué estaba haciendo tu objeto de deseo, tenías que llegar a tal nivel de paranoia espiatoria que al final se te acababan rifando en la CIA. Ahora todo es más fácil.Véte a su muro. Que quieres saber con quién ligó el fin de semana pasado: pásate un lunes por su perfil y como encuentres la frase “Fulanito y Menganita son ahora amigos…” ahí lo tienes. Además, puedes incluso pulsar en el nombre de Menganita y, si no es muy amante de su privacidad, saber si estudia o trabaja, qué edad tiene, dónde vive, soltera o casada… ¡Y encima podrás ponerle hasta cara! Preocúpate si esa semana comenta y pone muchos “me gusta” a sus estados. Flirteo facebuquero en estado puro. Antes, para conseguir esto tenías que, por lo menos, sobornar a cinco de sus amigos, esperar a que se durmiera para indagar en su subconsciente, secuestrar a su perro, pinchar su móvil… Vamos, un jaleo…
¿Y qué me decís de todas esas charlas eternas y a corazón abierto que se necesitaban para conocer al dedillo la vida de una persona? ¿O lo costoso que era el trabajarte a ese amigo íntimo que tenía para sacarle toda la información que necesitabas, y comenzar así a elaborar tu estrategia de ataque? Ahora, Zuckerberg nos lo ha puesto todo más fácil. Vete otra vez a su perfil y dale a información: trabajo, universidad, instituto, deportes que practica, equipos y deportistas favoritos, deportes, música, series preferidas, libros, citas… Si no te lo ligas por lo menos podrás acabar redactando su biografía. Algo es algo.
Pero no creáis que todo ha ido a mejor. Para nada. Sin Facebook puede que antes viviésemos hasta un poco más felices. Situación típica. Se rompe una pareja. Primera pregunta: ¿nos borramos del Facebook? Si la respuesta es sí, adiós al cotilleo. Pero casi todos acaban optando por el no. Y ahí llega el problema: “¿Y esta que hace hablándole ahora? ¡Mira cómo aprovecha!”. “¿Y estas fotos? Pues para estar tan mal como dice que está menudas fiestas que se está dando…”. “Mira, se acaba de conectar al chat. ¡Pues para estar con el recuadrito verde no me dice nada…! ¡¡¿Con quién estará hablando?!! Ale, pues voy a poner un estado que se va a enterar. ¡¡Pillas la indirecta o te etiqueto!! ”. No, Facebook no te permite vivir en la ignorancia. Es como esa amiga cansina que te lo chiva todo.
Más cosas que han cambiado:
- Los cotillas. Ellos también han evolucionado y para ellos la vida ahora sí que es mucho más fácil. En vez de pasar sus días apostados en el portal o en sus mirillas para no perderse lo último de lo último de tu vida personal, han descubierto el “Más recientes” de su Facebook y están como locos. Ya cotillean desde el sillón de su casa, y calentitos. Ellos también adoran a Zuckerberg.
- Tu vida. Ahora mola más y lo sabes. O al menos eso intentas. Al igual que dedicas todos tus esfuerzos a que lo sepa todo el mundo. Antes te ibas de viaje, te gastabas una pasta, te lo pasabas genial, y no se enteraba nadie. O te dabas el fin de semana de tu vida y pasaba lo mismo. Ahora subes las fotos, creas un albúm, lo publicas en tu muro, llega a todos tus amigos. Y ahí queda tu recuerdo, y su correspondiente envidia, para la posteridad
- Antes salías de fiesta y no pasaba nada. Ahora, como sea uno de esos días en los que supuestamente deberías estar en casa con la mantita y no de bailoteos cubata en mano, prepárate. Te sentirás muy Ana Obregón, siempre vigilante para intentar que en una noche de fiesta no permitida no te hagan fotos, y si te las hacen… “¡No me etiquetes!” Las etiquetas, ese objeto insulso que hace 10 años sólo servían para saber si ibas a estallar una camiseta o no y que ahora se han convertido en una mini-arma de destrucción masiva.
Os dejo, que tengo que actualizar mi estado…