Los sistemas más comunes son la caja de luz y los paraguas, que pueden utilizarse para ofrecer una luz directa (construidos con material blanco translúcido) o una luz reflejada (negros en la zona exterior, y plateados o blancos en la parte interior).
Ambas soluciones permiten obtener resultados de gran calidad, pero al mismo tiempo muy diferentes entre ellos.
La elección viene motivada más por una costumbre o por cultura fotográfica que por motivos técnicos. Para que puedas tomar una decisión acertada dejemos claros algunos conceptos.
El paraguas es un tipo de iluminador más antiguo (aunque no por ello menos interesante), que permite un control menos exhaustivo que el de la caja de luz, porque su luz es envolvente.
El efecto que se consigue con el paraguas es el de tener luz sobre el sujeto, sin una especial personalidad. Precisamente por ello, en ocasiones el paraguas puede ser la mejor solución, pues proporciona una luz ambiental que se puede direccionar (desde arriba, lateralmente...)
La caja de luz, más moderna, ofrece una luz parecida a la de una ventana cuya presencia sobre el sujeto es más evidente y su direccionalidad se percibe más. La luz de la caja no sirve sólo para crear luz en el sujeto, sino que le da una interpretación más marcada, sin limitarse a envolver.
¿Cuándo utilizar una y otra solución? No hay una regla básica, pero normalmente se tiende a usar el paraguas cuando el sujeto tiene que verse mejor descrito (un retrato oficial de un dirigente o de un político, por ejemplo, o incluso una fotografía para un carné), mientras que la caja de luz es preferible para proporcionar mayor tridimensionalidad, cuando se busca un resultado tipo fotografía de moda.
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