El objetivo de la cámara, que se encarga de congelar el instante, presenta una realidad que limita la nitidez a un solo plano, o como mínimo a algunas zonas de la imagen, desenfocado el resto.
Para ampliar los planos de enfoque hay que cerrar el diafragma todo lo que se pueda y utilizar ópticas con un gran angular, o aplicar la regla de la distancia hiperfocal, que se puede utilizar para fotografiar paisajes y escenas que van desde la media distancia hasta el infinito.
Esta regla, realmente una regla de oro, se basa en el hecho de que la profundidad de campo se extiende, con respecto al plano que enfocamos, tanto hacia la cámara (1/3), como hacia el sujeto (en 2/3).
Esto significa que si al fotografiar un paisaje dejamos que el autofoco trabaje en modo automático tendremos una pérdida de profundidad de campo. Y es que resulta obvio que enfocando al infinito (donde la cámara enfocaría automáticamente al fotografiar un paisaje), todo el potencial de profundidad de campo que se extiende más allá del plano de enfoque se perdería.
Por otro lado, podríamos tener la necesidad de aumentar la profundidad de campo sobre sujetos situados más cerca, en el mismo encuadre, que podrían aparecer desenfocados porque la extensión del enfoque es menor cuanto más se acerca la cámara.
La solución pasa por desactivar el enfoque automático y enfocar un sujeto que no esté situado en el infinito, sino un poco más cerca. Si no se quieren hacer cálculos complejos, es mejor hacer varias pruebas y descubrir cuál es la distancia que, sin estar puesta al infinito, sino más cerca, permite que quede enfocado el paisaje más lejano, aprovechando la extensión de la profundidad de campo.
Con esta corrección del enfoque la extensión de profundidad de campo hacia la cámara. El plano de enfoque más próximo a la cámara que permite mantener enfocado el infinito se llama hiperfocal.
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