Con toda seguridad, en tu vida diaria te verás en situaciones en las que lo que expresas o acabas mostrando, no tienen nada o casi nada que ver con lo que querías transmitir. Nos pasa en el trabajo, cuando hacemos un cumplido al jefe que vergonzosamente se acaba malinterpretando, en el Whatsapp cuando tu pareja piensa que te has enfadado porque olvidaste poner un emoticono sonriente tras una réplica o cuando usas la ambigüedad en frases como “tenemos que hablar” o “no me pasa nada”.
Todas estas situaciones cotidianas se acaban gestionando o con un notable sonrojo que niegue nuestras palabras, una parrafada en la que intentas excusarte o con un simple “lo siento” o “no era eso lo que quería decir”, procurando casi siempre que se olvide si no al momento, en cuestión de minutos.
Estamos hablando como cotidianeidad, como “algo natural”, algo que sucede en el día a día sin que se le tenga que dar más importancia pero, ¿qué ocurre cuando todas estas situaciones suceden en el mundo “online”?, ¿qué ocurre cuando todo desliz, toda exclamación queda reflejada y fijada a la vista de todo el que desee observarla?
Reputación en la “vida cotidiana” vs la reputación online
La diferencia entre “vida cotidiana” y la vida que llevamos y plasmamos en el entorno online es una ambigüedad de por sí, puesto que precisamente no tendría que haber apenas diferencia entre una y otra: nuestra actividad en internet no es más que un reflejo de nuestra actividad en otros escenarios, pero precisamente por su definición y naturaleza virtual, la frontera entre ambos mundos puede ampliarse hasta el punto de que lo que somos no queda ni mínimamente reflejado en lo que se ve en la red.
Esto se debe a que internet y la normalización de su uso ha traído numerosísimas ventajas, pero el hecho de que sea un medio tan accesible y tan estandarizado, trae consigo también ciertos peligros que si no sabemos gestionar o no le damos la importancia que merecen, pueden afectarnos mucho más de lo que podríamos imaginar.
“La importancia de la reputación se refleja en datos como que el 35% de las empresas rechazan posibles candidatos al ver sus perfiles públicos en redes sociales”.
Veámoslo en un ejemplo práctico: uno de los mayores retos a los que se enfrenta la comunicación online es que en ocasiones no se puede interpretar el tono adecuado de lo que dejamos plasmado, por lo que una misma frase ante una situación similar en la vida cotidiana, puede tener distintas respuestas en el modo online.
Es el caso cuando una amiga te pide opinión sobre cómo le queda un vestido para una boda. Si realmente piensas que le queda bien le dirás: “no te queda mal”, y ella por el tono sincero y por no haber demorado la respuesta lo interpretará como que es un vestido que le sienta bien. Todos tan contentos y la situación no irá a más.
“Tiempo de respuesta, interacciones de otros usuarios, los “me gusta”, o incluso que no intervengas supone poner en bandeja diferentes lecturas de una misma situación”
Ahora, si esa misma amiga sube a Facebook una foto con el traje pidiendo opinión y, por no tener en consideración la importancia del tono pones “no te queda mal” sin más, pese a ser la misma frase trasladada al mundo online… según lea tu amiga o según tenga el día de animoso lo podrá interpretar como que le sienta bien o como que no te has querido mojar porque crees que le queda mal, que no le queda mal pero tampoco bien, que le estás regalando el oído y un sinfín de lecturas que pueden ir desde el cumplido a la ofensa, sin pretenderlo.
Y lo que es peor… Entra en juego que puedan comentar sobre tu propio comentario otras personas, el tiempo de respuesta, los ”me gusta” y otras circunstancias que podrán ser favorables o desfavorable al tono con el que lo escribiste vs. el tono con el que te interpretan.
El reflejo en internet: una poderosa herramienta que controlar
La diferencia entre los dos casos que acabamos de ver no es solo que el resultado “negativo” es desproporcionado en el caso online frente al caso vivido “en directo” con tu amiga: la principal diferencia y clave de la importancia y por qué debemos saber gestionar nuestra reputación online es la capacidad de reacción y el control que podamos ejercer sobre las consecuencias.
En una situación similar que nos suceda “cara a cara”, existen muchos más indicios que nos ayuden a una correcta interpretación de nuestras palabras como el tono, la expresividad, las circunstancias en las que realizamos la acción, etc. Y lo que resulta más interesante: tenemos la oportunidad de al momento poder matizar, excusar o ágilmente disimular lo ocurrido.
En la misma situación expresada en redes sociales, foros, comentarios, etc., no sólo según cómo te lean pueden interpretarte como que lo has hecho de forma constructiva, destructiva o simplemente informativa, sino que al quedar permanentemente reflejado y, a menos que se trate de tu propio canal, sin posibilidad de borrarlo, quedas expuesto en que en cualquier momento tengas una réplica o crítica que te deje en mal lugar. Al momento que pulsas “intro”, quedas expuesto y sin apenas control de las consecuencias.
La reputación online: el arma definitiva de las marcas
Hasta ahora hemos visto la importancia de la gestión de la reputación online en casos en los que actuamos como individuos, pero hay un ámbito donde la reputación en internet lo es todo a día de hoy, y no es otro ámbito que el empresarial.
La era de la información digital posibilita, para lo bueno y para lo malo, que en cuestión de segundos tengamos en nuestra pantalla móvil si así lo deseamos, todos los detalles que necesitemos para convencernos sobre si es adecuado comprar o no cierta marca, si ese restaurante con tan buena pinta realmente ofrece buena comida o si los servicios que me ofrece un fontanero son profesionales o chapuceros.
“En torno al 80% de los usuarios móviles buscan opiniones y el menú que ofrecen antes de acudir a un restaurante”
Esta información inmediata en el mejor de los casos se ajusta a la realidad: así si eres un buen fontanero, puntual y atento con sus clientes, así saldrá reflejado en los comentarios de la página donde te contactaron. Pero también existe un escenario “perverso”, en el que tu competencia o un usuario que haya quedado descontento con tus servicios, te ataque sin piedad indicando de ti y de tu actividad profesional “de todo menos bonito”.
Este es el caso que más bajo control debemos tener a la hora de gestionar la reputación digital, ya que es el caso en el que más se desliga ese “lo que soy” del que “lo que ven”.
¿Aún crees que tienes el control sobre lo que eres y lo que ven? Evita toda malinterpretación o las dobles lecturas y equilibra tu vida cotidiana y la de tu marca con su reflejo online. ¿Cómo? Contando con las herramientas y los profesionales que lo posibiliten, contando con Reputation Crisis.