Trabajas en una oficina, con un horario fijo intersemanal, con tus pausas para el café y la comida, saliendo más o menos a la misma hora, con tus días para asuntos personales y haciendo virguerías para estirar las vacaciones entre navidad y verano. Pero suspiras por aquellos que has visto que lo dejan todo y se compran una autocaravana para recorrer Europa durante un año sabático. O aquellos que viven dando vueltas por el mundo cámara en mano conociendo países con lenguas extrañas y llenando su día a día con anécdotas espectaculares.
Un día decides finalmente hacerlo. Lo arreglas todo, te lanzas a la aventura dejándolo todo lo más atado posible, tienes un pequeño colchón de pasta para ir tirando una temporada. Síiii, ¡lo has hecho! Y te vas, te lanzas a emprender, esta vez en mayúsculas, porque es tu vida, sólo tenemos una vida y hay que vivirla al máximo. Y te subes sin reparo a la montaña rusa del emprender.
Y vives grandes momentos: esos días en los que parece que todo encaja, que las ideas fluyen, que estás en racha y todo sale bien. Esos días de subidón donde te das cuenta que has tomado la mejor de las decisiones, que estás donde tienes que estar y tienes la certeza de que todo irá bien. Cuando la gente te felicita, cuando lo que haces gusta, cuando sientes que avanzas a pasos de gigante por un camino luminoso. Y adoras la flexibilidad y la libertad de tu nueva vida.
Y esos grandes momentos siempre van acompañados de los otros grandes momentos: cuando haces números y piensas que vas a tener que alimentarte a base de sopa de cebolla todo el invierno. Cuando te preguntan qué día es y no sabes muy bien si domingo o jueves, porque tus horarios de trabajo y ocio se han mezclado de tal modo que tanto te da trabajar un domingo por la mañana como ir a la playa el lunes. Cuando el gestor te explica todas tus obligaciones mensuales-trimestrales-anuales y no entiendes nada y te quieres ir del país. Cuando parece que las ideas se han borrado y piensas que nunca volverán. Y echas de menos la seguridad de tu sueldo a final de mes.
Esto se parece a la teoría del péndulo en las relaciones amorosas. Tu nuevo novio tendrá todo lo que deseabas que tuviera el anterior. Y al poco echarás de menos esas cosas que te sacaban de quicio antes… Ahora que lo pienso, esta dinámica es de locos… ¿algún terapeuta en la sala que nos pueda iluminar un poco?
En cualquier caso, creo que esto es lo que hace que las personas no nos conformemos, que avancemos, que no nos estanquemos, que busquemos mejorar nuestras condiciones, adaptarnos mejor a cada momento vital en el que estamos. Y también es una oportunidad para aprender a valorar todo lo bueno que tenemos en cada momento, para conectar con nuestra voz interior, para comprendernos mejor, conocernos más a fondo, ponernos a prueba, sacarnos de nuestra rutina.
Hay días que pienso que vivir en una montaña rusa es de locos. Pero es tan divertido… ¿Y a quién no le gustan los parques de atracciones?